Esta galería de autores contemporáneos se creo en 2004

sábado, enero 26, 2008

:::: Falocefalia




Aglaia (España-México)
Es cosa conocida entre las mujeres que el hombre es un ser falocéfalo. Ello no indica - por más que a veces lo parezca - ningún rasgo de anormalidad cerebral en la especie masculina, aunque genere, con harta frecuencia, severos conflictos de personalidad. El hombre se escinde, se secciona, se rebana a sí mismo en dos mitades, y establece, entre ellas, un esquema de juego bicéfalo que enfrenta, y supedita, la cabeza principal –entiéndase aquella situada sobre los hombros- a la secundaria –ubicada hacia el borde inferior de la cadera, en lo que podría denominarse apéndice coxal-. De este modo, cada hombre se duplica a sí mismo y pone en marcha un sistema binario entre el seso y el sexo o, lo que es lo mismo, entre el cerebro y la testosterona. Así, él –el hombre- habla de él –el apéndice- en tercera persona, confiriéndole merced al distanciamiento lingüístico, vida, voluntad e independencia notables que restringen las suyas propias. Si él – el apéndice- no se comporta con la normalidad debida, es decir, con la movilidad y expansión adecuadas, él –el hombre- cae en una suerte de complejo de minimización personal que lo aboca, irremediablemente, a la más negra de las depresiones, con consecuencias lamentables que pueden, incluso, encaminarlo al suicidio. Cuando, por el contrario, él –el apéndice- cumple puntualmente su cometido, él –el hombre- se metamorfosea en un ser pleno, confiado, orgulloso de él –el apéndice- y, por extensión, de sí mismo, capaz de comentar , sin rubor alguno, los prodigios que él –el apéndice- realizó a través de él –el hombre- . Sortilegios singulares, récords inigualables, hazañas olímpicas que le confieren a él –el hombre- el grado de satisfacción necesario para poner a funcionar todos y cada uno de los esquemas del resto de su existencia con la seguridad absoluta de lograr el éxito. Por ello, señor mío, nosotras las mujeres –seres unívocos y unicéfalos- nos vemos obligadas a guardar en la mesilla de noche, en un frasco de aspirinas, pastillitas de viagra –conviene mezclarlas con el brandy los días que él se muestra remiso- y a asistir con mirada de madre tolerante a las muestras de complacencia que él le dirige a él en aquellas ocasiones en que él cumple sus obligaciones con la eficacia y la eficiencia debidas. Finalmente, mal que nos pese, somos incapaces de prescindir de él..., de ellos...




Ballenas en el mar de Cortés
Fotógrafo: Andy McCullog

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