Esta galería de autores contemporáneos se creo en 2004

martes, febrero 24, 2009

mago


Miguel Ruibal, España.

Bricia

Jorge Borja, México.
Dentro de los límites de Bricia, está estrictamente prohibido usar corbata o tener cara de burócrata. Sus habitantes acostumbran saludar el paso de la bandera con jubilosos espantasuegras y celebran a la patria con un gran carnaval. El Presidente de Bricia, disfrazado de arlequín, declama un poema satírico desde el balcón central mientras los miembros de su gabinete se afanan por conseguir el gesto más gracioso o el flato más estentóreo.

En este país, en vez de debates o plebiscitos para decidir el rumbo de la política económica o el gasto del Ministerio de Defensa, se llevan a cabo carreras de costales y competencias de beber cerveza. El Consejo de Asesores se reune en sesión solemne para contar cuentos colorados. El Ministro de Hacienda presenta su programa de emergencia vestido de bombero. Una carcajada vale más que un voto y un comediante es digno de mayor crédito que un Doctor en Economía.

Los Bricianos son personas de un fino humor a flor de labios que se refleja en todas las facetas de su vida social. Cuando formalizan un compromiso de matrimonio, suelen gastar bromas sobre el embarazo de la novia o las enfermedades venéreas del novio. Los funerales siempre son motivo de prolongadas fiestas donde tradicionalmente se saca a bailar al muerto. A las catástrofes naturales les encuentran su aspecto positivo: "gracias al terremoto apareció el tesoro de los abuelitos", "durante el huracán mi marido volvió a soplar" o "con la inundación se realizó un concurso de bikinis".

Sin embargo, a últimas fechas, han surgido falso
s rumores propagados por grupos clandestinos que buscan la estabilización y el orden. Estos peligrosos aguafiestas, han urdido apocalípticas versiones que por fortuna nadie cree. Con rencor sostienen que el humor y la risa sólo disimulan el tedio y el bostezo que invaden a los habitantes de Bricia y que poco a poco sofocan su gris existencia.

Las fuerzas estatales ya tienen identificado al venenoso sujeto que encabeza este grupo para que, apenas cumplida su aprehensión, sea decapitado sin mayor trámite, y con su calavera se juegue el primer partido del campeonato de fútbol.

martes, febrero 17, 2009

lunes, febrero 16, 2009

Un jardín de arroz entre los ojos

Alberto Ruy Sánchez, México.
En una ciudad de Bali entretejida de arrozales y jardines, una mujer bellísima, Ayú, cultiva el más extraño que yo he visto: con miel, entre ceja y ceja, se pegaba nueve granos de arroz. Pregunté a mi amigo Katut sobre esa extravagancia. Sonrió, suplicándome que yo nunca contara lo que él estaba a punto de mostrarme. Seguimos discretamente a Ayú, hasta una casa de masajes que se encuentra en la calle del Bosque de los monos. Se entra por un patio de muros bajos de ladrillo, que es un templo. Detrás de una columna escuchamos a otra mujer que le preguntó en tono de burla:
¿Ya regresó tu dios azul?
Ayú, indignada, no respondía. Pero cada tarde alquilaba una de las terrazas de masaje y esperaba…
¿A su amante?, pregunté.
No, está convencida de que Shiva mismo vino a hacerle un masaje la otra noche. Tan profundo que le tocó el corazón, por dentro.
¿Cómo, por dentro?
Sí, la semana antepasada, que hubo luna llena, Ayú vino a tomar un masaje. Se instaló desnuda en la sala que usa siempre pero se durmió esperando. Yo terminé mi trabajo en el arrozal, prosiguió Katut, y vine a tomar mi clase semanal de masaje. También olvidé que en luna llena todos los empleados aquí se van al templo principal de la ciudad. Cantan y bailan y hacen ofrendas por un par de horas. Entré por error a donde Ayú dormía y, sin mirarme, dio órdenes tan firmes que pensé que era mi nueva maestra. Las seguí con esmero. Tanto que los dos fuimos muy felices.
Nos amamos y nos quedamos dormidos. Cuando regresaban las masajistas, las escuche reír en el patio de entrada, me di cuenta del equívoco y escapé en silencio antes de que nadie me viera. Cuando Ayú despertó yo me había ido. Ellas le juraron que nadie estuvo ahí. Que había soñado. Pero Ayú tenía una prueba de la presencia que había hecho florecer sus deseos. De mi camisa habían caído sobre la cama varios granos de arroz y nueve, con mi sudor, quedaron pegados en su frente mientras dormía. Y eso, ella insiste, 'en la última luna llena de 1999, es un claro mensaje de Shiva. Una indicación de cómo dirigirse a él, de cómo hacerle ofrendas'. Desde entonces Ayú renueva y ofrece ese jardín entre sus ojos. Algunas mujeres en la ciudad ya la imitan. Y hasta algunos hombres también. En cada grano de arroz, observado verticalmente, Ayú ve la representación de un Lingam (el falo del dios Shiva) mágico y diminuto, para llevarlo en la mente y en la frente, y que así le recuerda sin falta su enorme felicidad.”

jueves, febrero 05, 2009

:::: Un hombre consciente de su sombra

Cada tarde cuando anochece Javier se pone su sombrero y sale a pasear. Le gusta sentir el aire de la noche en la cara, pero se cubre la cabeza para que las ideas se sientan seguras y se expresen abiertamente. Por la acera, junto al parque, iluminado por los faroles, se ve al hombre que camina acompañado por su sombra. Siempre ha sido un solitario y así quiere seguir viviendo; alejado del bullicio que perturba. Camina pendiente de su respiración y los pensamientos aparecen lentos en su mente, tan lentos que es capaz de desmenuzar su contenido y hacerlo mendrugos que suelta a su paso. Gracias a esos mendrugos su sombra lo ha seguido hasta hoy, con ellos se mantiene entretenida. Por el camino ven pasar las sombras de las personas, la mayoría van unidas; algunas en pareja mezclándose como si fueran una sola, otras juegan en grupo sobre el asfalto, algunas se reúnen en una esquina o parlotean con conocidas. A la sombra de Javier le hubiera gustado tener más contacto social, más relación con las sombras, bailar, conversar y observarse en un muro escondido dando un beso. Hasta tomar un par de tragos y caminar haciendo zig zag entre la luz y la sombra le hubiera divertido. Pero a Javier no y ella no ha tenido más remedio que seguirlo. Lo quiere bien aunque está un poco aburrida de la misma rutina y la silenciosa soledad que los rodea. Javier lo sabe, por eso cada noche la saca a pasear, para que se distraiga y viva un poco del bullicio citadino.
Hace varias noches Javier notó que las sombras de dos transeúntes, tan cotidianos como él en sus paseos, los miraban con insistencia, una insistencia que Javier calificó como grosera. También se percató de que su sombra, curiosa, miraba de hito en hito a los sombríos intrusos visuales. Por eso aceleró el paso y caminó con más firmeza, pero un pequeño jalón en el pie izquierdo lo hizo pensar que una parte de su sombra se había desprendido. A medio día, cuando el sol estaba en el cenit, se paró sobre ella y talló los pies contra el piso para que la sombra se adhiriera de nuevo con fuerza. Confiado salió la noche siguiente y varias más, hasta que hoy la sombra se desprendió por completo. Javier la vio correr calle arriba para reunirse con otras sombras, entre ellas la de una mujer de silueta fina y cuello largo. Dos grandes lágrimas cayeron de los ojos de Javier y se borraron en la oscuridad del pavimento. Antes de perderla de vista, las luces de un auto iluminaron un muro y la vio muy acompañada y contenta. Ya volverá, piensa Javier, que sabe lo importante que es para cualquiera balancear su luz y su sombra.