Mis piezas favoritas del arte plástico y literario de mis amigos, maestros y colegas.
Esta galería de autores contemporáneos se creo en 2004
domingo, noviembre 30, 2008
:::: El ladrón
Alfonso Pedraza
Siempre va a paso rápido, de mañana o tarde, mirando al suelo. Con ropas ligeras a pesar del invierno. Se acerca y dice.
—¿‘ta nojao?, ¿´ta nojao?
Cachera su nombre. Que no es su nombre, pero lo es. En su cara seria se asoma una mueca, casi sonrisa.
—Dime Cacherita —suplica con voz gruesa de ignorada adultez.
— Dime Cacherita —repite hasta el cansancio.
Volteo a diestra y siniestra. La solitaria calle, cómplice, me incrusta la ternura.
— Cacherita —repito en un susurro, casi en silencio.
Su cara se ilumina y se aleja. El ladrón de alegrías me deja. Gritando entre risotadas.
— ¡No estoy looooco!
Siempre va a paso rápido, de mañana o tarde, mirando al suelo. Con ropas ligeras a pesar del invierno. Se acerca y dice.
—¿‘ta nojao?, ¿´ta nojao?
Cachera su nombre. Que no es su nombre, pero lo es. En su cara seria se asoma una mueca, casi sonrisa.
—Dime Cacherita —suplica con voz gruesa de ignorada adultez.
— Dime Cacherita —repite hasta el cansancio.
Volteo a diestra y siniestra. La solitaria calle, cómplice, me incrusta la ternura.
— Cacherita —repito en un susurro, casi en silencio.
Su cara se ilumina y se aleja. El ladrón de alegrías me deja. Gritando entre risotadas.
— ¡No estoy looooco!
miércoles, noviembre 05, 2008
:::: Viuda
Mónica Sánchez Escuer
La oscuridad de la finca se prolonga por el bosque y le ensombrece el sueño. Las delgadas cortinas no pueden contener la penumbra que se asoma, tampoco las densas voces de la noche que arañan la ventana. Tiene frío. En el lado izquierdo de la cama, la mujer dobla su cuerpo sobre la huella ausente. Unos débiles rayos salen de la lámpara que no quiere apagar. Hace meses, desde que él se fue, duerme con la luz encendida.
Cierra los ojos y se cobija bajo el lumínico tacto.
Dos horas o tres. Un ruido cae en su oído y la despierta. Intenta descifrarlo pero su memoria adormecida apenas reconoce el seco golpear del corazón en su cabeza. Afuera no se escucha nada, sólo el ronco murmullo del aire. La mujer permanece inmóvil unos segundos, luego se atreve: apaga la luz. Su almohada la recibe tibia, le acaricia el cabello. Ella cierra los ojos. No duerme. A los pocos minutos, unos ruidos en el piso de abajo la sorprenden y le arquean la espalda. Mira la tenue raya de luz que se filtra por la puerta cerrada. Escucha el rechinido de la escalera. Se desprende de las sábanas que abrazan su pecho acelerado. Camina. Busca en la cómoda: ahí está, cargada, fría. La duela vieja le anuncia la proximidad de los pasos. El arma sostiene sus dedos nerviosos. La puerta se abre: una bala y dos alaridos estallan.
El cuerpo del marido cae.
La oscuridad de la finca se prolonga por el bosque y le ensombrece el sueño. Las delgadas cortinas no pueden contener la penumbra que se asoma, tampoco las densas voces de la noche que arañan la ventana. Tiene frío. En el lado izquierdo de la cama, la mujer dobla su cuerpo sobre la huella ausente. Unos débiles rayos salen de la lámpara que no quiere apagar. Hace meses, desde que él se fue, duerme con la luz encendida.
Cierra los ojos y se cobija bajo el lumínico tacto.
Dos horas o tres. Un ruido cae en su oído y la despierta. Intenta descifrarlo pero su memoria adormecida apenas reconoce el seco golpear del corazón en su cabeza. Afuera no se escucha nada, sólo el ronco murmullo del aire. La mujer permanece inmóvil unos segundos, luego se atreve: apaga la luz. Su almohada la recibe tibia, le acaricia el cabello. Ella cierra los ojos. No duerme. A los pocos minutos, unos ruidos en el piso de abajo la sorprenden y le arquean la espalda. Mira la tenue raya de luz que se filtra por la puerta cerrada. Escucha el rechinido de la escalera. Se desprende de las sábanas que abrazan su pecho acelerado. Camina. Busca en la cómoda: ahí está, cargada, fría. La duela vieja le anuncia la proximidad de los pasos. El arma sostiene sus dedos nerviosos. La puerta se abre: una bala y dos alaridos estallan.
El cuerpo del marido cae.
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