Jorge Oropeza
Poco a poco, María comenzó a regresar del sueño. El calor en la entrepierna aún permanecía. Los recuerdos borrosos y húmedos de la noche anterior la hicieron sonreír, mientras su mano quincuagenaria acariciaba, temblorosa de pasión, el gallardo y apuesto rostro de San Gabriel en su buró. Al abrir las sábanas, algunas plumas blancas enormes volaron por la habitación.
2 comentarios:
Qué vuelen las plumas de ángeles o demonios, pero que la excusa siempre sea el amor...
OA
Excelente microrrelato, enhorabuena para el autor. Y gracias a Amelie por compartirlo.
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