Alfonso Pedraza (el Doc.)
—¡Chíspate chino que viene la chota! —cuchichea Chente.
El chino, chamaco chimuelo, machuca sus mechas con una cachucha chorreada como sus cachetes. Chamarra y huaraches que están pa´chillar. Es chupiro de banda que atraca por Chapultepec.
El Chente es chilango, un chef que chambea en la charcutería “El lechón choncho”. Chaleco chapeado de chaquira y choclos de charol. Es cuate del chino desde que lo cachó, de pura chiripa, chupando su chemo en una casucha de Chimalhuacán. No quiere que el chino se chingue el pulmón y le dice:
—Vuelve a la chinampa. Ponte a talachear. Allá en Xochimilco te esperan tu choza y los chongos de Chayo, esa chalupera que te afloja el chon, entre chuparrosas y cempasúchil en flor. Comerás chilaquiles, chayotes con chícharos, chichicuilotitos y cachos de amor.
Y el chino muy chispas —ya chole, mi chente. Mi abuelo muy chocho, teporocho el pá y sin lancha pa’ cachar la trucha. Mi madre chupada, sin leche en las chichis pa’ criar ocho chilpayates que chillan como cochinitos que van a achicharronear, lucha noche a noche matando las chinches que invaden su chal. Es mucho tu choro mi chente, déjame en la chorcha, pásame la bacha, déjame chemear.
El chino se marcha. Chente se queda chato, con dolor de choya y piensa —esta nochebuena ¿pa’ qué he de rezar?
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