Gabriel Bevilaqua
Los gatos de Kaeronel son invisibles a los ojos de los perros. Resulta impagable ver cómo le toman el pelo a los más terribles e inicuos canes. Cuando concluyó mi trabajo en Kaeronel, pese a la prohibición de sacar a los gatos del país, no tuve corazón para renunciar a Suzie. Entonces no sabía que su invisibilidad se invierte fuera de Kaeronel; es decir, con el tiempo se vuelven invisibles a los ojos humanos y visibles a los de los perros. Día tras día, contemplé amargamente como Suzie ganaba esa trasparencia que uno supone sólo propia de los fantasmas. El día que finalmente desapareció, me recuerdo, frente al espejo, acariciando el fingido aire entre mis brazos. Para colmo con la invisibilidad vino el cambio de carácter. De silenciosa como un ángel pasó a alborotadora profesional. Conciliar el sueño se volvió una hazaña. Una noche, extrañado de no oírla salí en su busca. Hallé a un perro gruñéndole al vacío. Luego sobrevino un maullido, unas dentelladas, el silencio. Y, tras la oscuridad de un hilo de sangre, el regalo de verme por última vez en sus ojos.
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