Esta galería de autores contemporáneos se creo en 2004

viernes, julio 29, 2011

El mensaje de Leo

Sandy Celorio


“que cuando el corazón se salga del pecho, pueda encontrar su camino de regreso”

Mario Benedetti


Te habías ido ya cuando bajé a desayunar. Un sobre grande y amarillo sobre el tazón de cereal; atrajo mi atención. Reprimiendo la curiosidad lo puse a un lado mientras me servía el café, y sólo después de beber un sorbo lo abrí. Todo me esperaba menos un paquete de boletos de avión: México-Londres- ¿Atenas? Releí tratando de encajar aquella pieza en el rompecabezas que era en ese momento nuestro matrimonio. Pero no, no había duda, un boleto a mi nombre y el otro al tuyo con salida fechada tres días después. Sin atreverme a asumir lo que veía, llamé a tu oficina.
-¿Qué pasó? respondiste sin que tu tono de voz me diera alguna pista.
-Tengo en la mano los boletos que dejaste y me estoy preguntando si sueño o estoy despierta.
-Estás despierta y si me haces el honor de acompañarme, la salida es el próximo viernes a las ocho de la mañana por lo tanto hay que estar en el aeropuerto a las seis ¿estás dispuesta a madrugar?
-¿Es un viaje de trabajo?
-Es un viaje para el recuerdo.
-¿Estamos celebrando algo?
- Todo a su tiempo ¿Vienes o no?
-Voy ¡claro que voy! pero si salimos dentro de tres días tengo que colgar. Bye.

¡Dios! ¡Dios! ¡Dios! ¡Gracias! ¡thank you! ¡merci! Después de tanto hielo estaba convencida de que nuestro matrimonio iba en picada. Por lo visto reaccionaste y esta vez, no te la voy a poner difícil. Haré todo lo que pueda para que el viaje sea un reencuentro afortunado, como antes, como siempre antes de que… ¡Basta! Cero recriminaciones… Respiré profundamente para tranquilizarme antes de buscar lápiz y papel y mientras tomaba mi avena, anoté nerviosa:
-Pedir a mamá que se quede con los niños.
-Hablar con las señoras de la ronda para ver quién puede sustituirme.
-Cancelar la comida del sábado con mis amigas y todos los compromisos pendientes hasta nuevo aviso.
-Hacer cita para manicure y pedicure un día antes de salir. Arreglarme el pelo, tal vez me lo corte un poco… ¡chin! un día antes de salir es pasado mañana…
-Hacer un equipaje muy bien pensado, quiero que me veas chula de bonita a todas horas…
Faltaba mucho por anotar pero la inquietud me empujaba a la acción, y sin terminar el desayuno me levanté de la mesa.
Como estaba previsto, el viernes por la mañana abordamos puntualmente.
-¿A qué se debe tanto lujo? –Pregunté sorprendida cuando la azafata nos hizo pasar a la sección de primera clase.
-Quiero que este viaje sea memorable; respondiste.
Una vez instalados, brindamos con el jugo de lima que nos ofrecieron, y como si lo hubiéramos acordado, ambos nos esforzamos en mostrar nuestros mejores modos. Dejábamos atrás muchos meses de pleitos y recriminaciones, de palabras hirientes que una vez arrojadas no se pueden recoger; sin embargo confié en que con el paso de los días todo fluyera de manera natural.
Alerta para impedir que el recuerdo amargo de tu descarada infidelidad se reflejara en mi actitud; entre brindis, bocados y ratos de sueño desasosegado, trascurrieron las horas del vuelo. Era obvio para mí, que coincidíamos en el intento de conseguir que al calor de la cercanía, se derritiera poco a poco el glaciar en que se había convertido nuestra intimidad. Me propuse perdonar de verdad, después de todo estaban en juego veinte años de un matrimonio aceptable en el que si bien hubo conatos -los hubo de ambas partes lo reconozco- nunca me había enfrentado a una infidelidad contumaz… ¿habías terminado con eso? Me negué a pensar en ello y me dispuse a la felicidad. Días soleados y amables de navegación en el Egeo, largas caminatas por las laberínticas islas, cenas agradables en cualquier terraza, abundancia de brindis: “Por la vida” decías tú. “Por nosotros” decía yo. Al volver a Atenas, mientras tu gestionabas en recepción nuestro ingreso al hotel, yo me acerqué al aparador de la joyería del lobby, donde antes de embarcarnos hacia las islas, me había enamorado un anillo con mi signo zodiacal. El magnífico Leo, con ojillos de esmeralda me esperaba en el aparador.
-Me encanta ese anillo- Te dije señalándolo, cuando más tarde pasamos por ahí.
-Me requetegusta” insistía al entrar y salir del hotel, pero ante tu indiferencia a mis insinuaciones; un día antes de emprender el regreso decidí comprarlo yo.
A la mañana siguiente, mientras gestionabas la salida del hotel, entré en la joyería y le pedí a la encargada que me acompañara para mostrarle el anillo… ¡que ya no estaba en el aparador!
-Lo siento señora pero justo ayer por la noche lo vendimos; me informó la espectacular griega que atendía el lugar. ¡Chin! no debí esperar hasta el último momento… bueno, ni modo, no era para mí, además, hubiera sido demasiado, el viaje, el reencuentro, no hay que tentar al diablo…
Creí que la escala en Paris, era la cereza del pastel, ignoraba que la gran sorpresa era el vuelo de regreso en el novedoso “Concord”, de lo que sólo me enteré cuando en el aeropuerto nos recibieron en una lujosa sala de espera destinada exclusivamente a los pasajeros de esa nave. A partir de ese momento todo rebasó mis expectativas: obsequios, mimos y una profusión de exquisitos bocados, postres y vinos que mantuvo la misma intensidad durante las tres horas veinte que duró el vuelo a Washington donde nos esperaba la limosina de Air France para llevarnos al hotel donde pasaríamos la última noche de viaje. Digamos que yo te hice el amor porque lo tuyo fue más bien una batalla cuerpo a cuerpo, percibí en tus caricias cierta brusquedad, algo como agresión.
Al día siguiente, en el vuelo final que nos devolvería a la realidad, pusiste en la mesita del avión el último fragmento del sueño: un estuche de terciopelo negro con el Leo de ojitos de esmeralda.
-¡Canalla! Fuiste tú quien lo compró y no me dijiste nada, -te dije- y me acerqué a besarte. Fue en ese momento cuando me entregaste la hoja doblada que tenías en la mano.
-Léela por favor.
-Desdoblé el papel y leí:
El propósito de este viaje ha sido cerrar con broche de oro un matrimonio que tuvo mucho de bueno pero que hoy no tiene futuro. Asumo la responsabilidad del divorcio cuando tú quieras y en las condiciones que tú misma impongas. Cuento con tu cooperación. Me quedaré sólo unos días más en casa para hablar con nuestros hijos y empacar algunas cosas personales. Tu Ex.

1 comentario:

Irene Sasa dijo...

Bueno, no podrá quejarse de la despedida que oficio el marido. Así me divorciaba yo varias veces...
Buen relato :)