Esta galería de autores contemporáneos se creo en 2004

viernes, octubre 14, 2011

Atrinia

Jorge Borja

Los habitantes de Atrinia guardan una especial veneración por los monumentos. Cada generación de atrinitas erige cientos de ellos en memoria de sus coetáneos más ilustres. La ciudad capital ostenta en su avenida más importante, bustos conmemorativos de las gestas heroicas del año anterior. Provocan admiración y asombro entre los turistas las estatuas que representan a los expresidentes, sus simpáticas familias y su fiel servidumbre, que embellecen patios del Palacio de Gobierno.
En el jardín central pueden encontrarse monumentos dedicados: "Al Transeúnte Anónimo", "A la Suegra Prudente", "Al Político Honesto", "Al Policía Honrado" y a otros héroes desconocidos. Hasta el hogar más humilde de este vasto país tiene estatuas alusivas al cumpleaños, jubilación o fallecimiento de sus moradores.
A ninguna glorieta, plaza o jardín le faltan monumentos, y existe todo un ejército de guardianes especializados en su  cuidado. Para su conservación, los atrinitas, han promulgado una estricta serie de leyes que condenan con multas a quien los ensucie y con cárcel  a quien les inflinja el menor daño.
A pesar de sanciones tan severas, son frecuentes los vándalos nocturnos, quienes armados con mazos y barretas se dedican a mutilar y destruir los monumentos. La policía ha redoblado sus esfuerzos para capturarlos. Los resultados son mínimos en comparación a los destrozos ocasionados por esta turba de antisociales. Se logra sólo la detención diaria de dos o tres, sorprendidos en flagrante delito. El artículo séptimo del código penal de Atrinia los condena de inmediato y  sin apelación, a morir apedreados. Sin embargo y para que no quepa duda alguna de la memoria histórica atrinita, la multitud que ejecuta la sentencia es la encargada de levantar un "Monumento a los Caídos" con las mismas piedras con que los lapidaron.

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